El concursante burgalés pierde crédito ante el carácter conciliador de Rafa
Orestes Barbero lucha cada día contra los elementos para optar al premio gordo de Pasapalabra. Sin embargo, siempre termina sucediendo algo que le priva de la victoria final. Alguna pregunta trampa, un bloqueo mental… lo cierto es que tras batir tantos récords de permanencia en el programa, el propio carácter del concursante burgalés se ha ido avinagrando.
Por razones que se desconocen, da la sensación, si uno se da un paseo por las redes sociales, que el sentir general va en contra de Orestes Barbero. Al menos son mayoría los comentarios que sitúan a Rafa como el preferido de la dirección del programa y del propio presentador Roberto Leal.
Orestes Barbero se lanza a contar chistes
Quizás por percibir este ambiente moderadamente en contra, el propio Orestes Barbero ha querido tomar cartas en el asunto. De un tiempo a esta parte son habituales los chascarrillos y chistes por parte del burgalés. Con esperanza de caer mejor a una audiencia que no le termina de encontrar la gracia.
En este contexto, de tratar de ser más gracioso, Orestes no podía desaprovechar la oportunidad al ver como invitado al cómico Goyo Jímenez. “Qué gusto es tener aquí sentado a alguien que hace humor de verdad. Que el mío es madera”, admite Orestes Barbero entre las risas del personal.
Rafa es el ojito derecho de Roberto Leal
Y es que muchos seguidores de Pasapalabra creen que el cambio de actitud de Orestes tiene mucho que ver con la seguridad en sí mismo que muestra su contrincante. Un Rafa que, según la opinión de muchos espectadores, es el ojito derecho de Roberto Leal. El presentador de Pasapalabra siente una predilección natural hacia Rafa, sin menospreciar ni mucho menos a Orestes Barbero.
Pero al final es inevitable tener todas esas cosas en la cabeza. Son muchísimos programas seguidos, muchas veces que se ha quedado Orestes a una pregunta o dos del millonario bote… es muy difícil aislarse de todo eso y no acusar cierto desgaste. Esta semana se antoja decisiva, ya que corre el runrún de que tarde o temprano caerá el bote.