El artículo previo a la final de Copa… por SANTIAGO SEGUROLA
La Copa es el torneo interclasista por naturaleza, y en España más que en la mayoría de los países. En los últimos 20 años ha sido la rendija que han encontrado los equipos para escapar del aplastante dominio del Real Madrid y Barça en el fútbol español. El Valencia, Sevilla, Español, Deportivo, Zaragoza, Mallorca y Betis encontraron la manera de conquistar un título de prestigio. La final, que esta noche enfrenta al Barça con el Athletic de Bilbao, no tiene la pompa de la FA Cup, pero representa mejor que cualquier otro partido la fiesta del fútbol español.
Durante la dictadura franquista, la final se disputó casi siempre en Madrid, en el estadio Bernabéu. Para el Athletic y el Barça, significaba una oportunidad que trascendía el deporte. Sus hinchadas, especialmente la bilbaína, se trasladaban en masa a la capital de España para manifestar su pasión por el equipo y para desagradar al dictador. Las peculiaridades sociopolíticas de los dos equipos eran evidentes. El fastidio que causaban a los sectores más franquistas, también.
Siempre ha parecido en España que el Barça y el Athletic gastaban más energía en la Copa que el Real Madrid, cuya primera obsesión ha sido la Copa de Europa, su torneo fetiche. Sin embargo, la abrumadora desigualdad que preside el fútbol español ha devuelto el protagonismo en la Copa tanto al Barça como al Real Madrid. El pasado año, Mourinho celebró como un éxito estratosférico frente al Barça, en el incandescente Mestalla. De las últimas cuatro ediciones, el Barça ha alcanzado la final en tres ocasiones. Los dos grandes se han vuelto a tomar en serio el torneo y no quieren dejar una migaja a nadie.
Cerca de 40.000 hinchas vascos acudirán a Madrid para apoyar a su adorado Athletic de Bilbao. Más de 15.000 no podrán asistir al partido. Se disputará en el Vicente Calderón tras la negativa del Real Madrid a permitir que su estadio, con 30.000 localidades más, fuera el escenario de la final. La derecha más recalcitrante apoyó la negativa. No quería una fiesta de vascos y catalanes en el Bernabéu. El madridismo más intolerante daba por supuesto que el Barça ganaría la final, y eso figuraba en sus peores pesadillas. Con la excusa de unas obras menores, el Madrid negó el permiso. Se eligió el Vicente Calderón, al sur de la ciudad, en medio de la irritación de los hinchas del Athletic, muchos de los cuales han pagado precios desorbitados en el mercado negro para adquirir una entrada.
El clima previo al partido se ha visto alterado por Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid, representante del sector más derechista del Partido Popular, el que actualmente gobierna en España. Aguirre, cuya capacidad para la demagogia no admite rival en la política española, ha declarado esta semana que la final debería suspenderse si se escuchan los silbidos habituales de las hinchadas del Athletic y el Barça cuando suena el himno español. En el mismo día de sus declaraciones, el Tribunal Superior de Justicia de Madrid permitió una manifestación fascista el día de la final, en el centro de la capital de España.
De repente, la final de Copa ha adquirido un color extremadamente político. Muchos aficionados del Athletic y del Barça tienen miedo a viajar a Madrid. Sienten que no serán bien recibidos y temen un clima de violencia artificialmente provocado por unos políticos irresponsables. Hace tres años, en Valencia, los dos equipos se enfrentaron en una final donde abundaron los silbidos al rey durante un minuto. Luego prevaleció un ambiente extraordinario. Cuando terminó el encuentro, con la victoria del Barça por 4-1, la hinchada del Athletic saludó con respeto al campeón. Los jugadores azulgrana, encabezados por Puyol y Xavi, que portaban una ikurriña y una bandera del Athletic, se dirigieron al sector vasco y homenajearon a los hinchas.
Siempre es deseable el mayor de los respetos a los símbolos, pero alguna gente olvida el primer deber democrático es garantizar la libertad de expresión. El problema es que las pulsiones autoritarias de algunos políticos son más fuertes que la tolerancia con las opiniones contrarias. Hay gente que tiene una idea patrimonial de la nación. O se hace lo que ellos quieren o te lo harán saber por la fuerza.